Con el grito en la garganta, Maya se encontró de pronto con los ojos bien abiertos y sentada sobre una superficie blanda. Tenía los músculos tensos y la respiración agitada. Solo fue una pesadilla, intentó calmarse, pero los vívidos recuerdos no le permitieron apaciguar el pulso. Y con razón, si tras levantar la vista y echar una mirada a su alrededor, se halló en un lugar ajeno. Extranjero. Insípido. Estaba en una cárcel sin nombre y sin motivo aparente. Atrás quedaría su vida, sus logros y sus sueños de luchar en pos de un mundo sustentable para vivir en paz. Ni su título en Ingeniería Cuántica Molecular ni su capacidad de derivar su entorno en algoritmos sencillos y de bajo esfuerzo le servirán a la hora de buscar un regreso al 2050 que conoce. Más tarde que temprano deberá descubrir que aquello que consideraba obsoleto, es en realidad la única forma de regresar. El mundo que conocía dejará de existir. Ahora dependerá de ella reconstruirlo