De RoMu, habita en Buenos Aires, y no hay mucho más que decir. De Parkours, en cambio, es posible especular que toma algo propio de esta época que nos amaestra para que volvamos costumbre lo nefasto, y se presenta como un carpet bombing, una escalera equilibrista, con 180 peldaños lanzados sobre la zombificación del “nada que valga la pena puede cambiar”. Quizá el programa más ambicioso de estos textos es rescatar la poesía misma de seguir ahogándose en el scroll pantanoso de los narcisos, carneada sin piedad por el marketing: “Dicen que, tan venida a menos, ya no cortas ni pinchas: pero yo sé que, nocturna, vas haciendo parkour sobre las ciudades muertas de nuestras frases hechas”.