La versión definitiva de tres noches que no se olvidan.
Primavera, octubre. Santiago de Chile. Una ola de calor azota a una ciudad borracha de sí misma. Antes de la resaca, cuando aún no termina Piñera 1 y en el aire ya se respira Bachelet 2, Alf Garzón, un editor en medio de una crisis sentimental, debe acompañar al jovencísimo hijo cuir de una vieja estrella literaria del boom, durante la gira de prensa del libro concebido por este dúo padre e hijo.
Entre el smog, la lujuria y los límites difusos de masculinidades tan frágiles como desenfrenadas, todo vibra en este mundo nocturno, porno y tragicómico de ciertos chicos que orbitan entre relaciones líquidas y ambiciones feroces. Como un Tom Wolfe porno o un Scott Fitzgerald glam, desbordado y chileno, Alberto Fuguet levanta una sátira full frontal de un país que corre el tupido velo ante sus propios excesos.
Con un prólogo de Guillermo Osorno, más una nota y un ensayo personal de Fuguet, regresa sin censura Sudor, una novela pop que registra ese instante exacto —caliente, incómodo, irresistible— en que una generación decidió mirar de frente el deseo, la confusión y el vértigo de ser y dejarse ver.
